domingo, 19 de octubre de 2008

Aurora y su carta de aviso

Pasa que si un día mueres antes de lo prometido no me darás tiempo para hacer con cuidado los arreglos de flores, ni buscar con tiempo el vestido, ni mandar cartas a nuestros amigos lejanos. No podré acostarme por las noches sabiendo que el día siguiente será uno menos en la cuenta; no tendré el tiempo suficiente para practicar la sonrisa ni los ojos, ni la postura de las manos ni de las piernas, las caderas, la cintura y los hombros. Voy a moverme como un caracol en el jardín, como gato asustado en la pieza oscura. Prefiero que me avises sabes, si vas a morirte antes de lo que hemos conversado, y que te lleves todas tus cosas y las tires a la calle, al río o dónde mejor te parezca, y que sólo luego de eso des el último suspiro. No te atrevas, te obligo a que no te atrevas a dejar nada tuyo en lo mío, nada de lo que yo me pueda amarrar y llorar y pensar que todavía andas por ahí, escondido detrás de las cortinas. A veces quiero que no estés y te lo grito –ya sabes como- pero finalmente sé que pegas el portazo y te quedas bramando detrás de la puerta. Lo siento, te siento respirar del otro lado y que tienes una rabia desmedida, la misma que me envuelve a mi. Pero se que estamos separados por una pedazo de madera y que luego tocarás dos veces o abriré yo, y todo habrá terminado y volveremos a ser lo que somos.
Si un día mueres antes de lo prometido no alcanzaré a limpiar las ventanas, ni siquiera abrirlas para ventilar el espacio, ni recoger la alfombra y sacar las plantas, y todos los detalles para los que necesito tiempo y calma. Tendré que recibirlos a todos sin maquillaje y voy a llorar por eso, no porque te hayas muerto sino por la vergüenza que me harás pasar a cara deslavada. Y voy a llorar tanto – no por ti, que te quede bien claro- que se me van a caer los ojos, como siempre, y ya no van a parecer almendras coquetas sino pasas añejas, y voy a reclamarte de vuelta la mirada. No te convienes, te repito, no te conviene irte temprano en la mañana como todos los días y no volver más. Te lo digo por tu propio bien, no por el mío. Porque de los dos, seguro que tú serás el que sufra más.