martes, 2 de septiembre de 2008

A penny for your thoughts

'Un centavo por tus sueños', me decía la abuela en un inglés tan británico como su cuello largo y clavículas pronunciadas. Un centavo por mis sueños, pensaba yo, al mismo tiempo que le sonreía y le decía con los ojos que no, que no estaba pensando en nada fuera de lo común y que mis deseos más íntimos estaban tranquilos y que le mandaban saludos. La abuela tenía la capacidad de punzar con ese tipo de frasecitas en los momentos menos indicados, a pesar del alzheimer avanzado que la hacía poner las llaves en la puerta y no recordar si estaba entrando o saliendo de la casa. Pero a mi me miraba pícara y me ofrecía monedas para que le regalara mis pensamientos justo cuando no quería pensar en nada. Me increpaba con las cejas levantadas y la mirada altiva, como si lo supiera. "A penny for your thoughts, my dear", y yo le respondía quebrada y lloraba un rato recostada en su falda.