jueves, 17 de abril de 2008

Carta a un esquimal

Cariño, te escribo cortito. Te tengo dos noticias, una buena y una mala. La buena es que ya te mandé por correo los corazones esos que querías para pegar adentro de tu iglú. Van de varios portes y en tonos rojos, naranjos y amarillos, iguales a los que tengo yo en mi baño. Busqué colores más masculinos pero no encontré. Sí me fijé en que el pegamento estuviera bueno, porque si no se te van a caer a cada rato. Deberían llegarte en dos o tres meses… te mueres cómo está el asunto del transporte acá. Todo lento, lentísimo, hoy me demoré media hora en dos cuadras. Entonces al Polo… imagínate. Vas a tener que tener paciencia y pasar por la estación de trenes cada dos o tres días para ver si han recibido la encomienda. Encárgale a ese oso blanco y simpático que te la guarde por si llega y tú no estás.
La mala noticia es que ayer vi en la tele que el calentamiento global está avanzando cada día más rápido y que en cosa de semanas va a llegar hasta tu tierra. Seguramente todo se va a descongelar y ahí si que va a ser terrible, porque ni toda la pegatina del mundo te va a servir para poner los corazones en las paredes aguachentas. Tú sabes como es la gente acá, súper alarmista. Yo no me preocuparía siquiera, sólo te lo cuento para que no te llegue el rumor por otro lado y te asustes. Veamos qué pasa...
Espero que los corazones que te mando te lleguen antes de la debacle. Y si te llegan después, puedes guardártelos en el bolsillo o pegártelos en la espalda, por mientras. Digo yo, para que no se pierdan.
Ya cariño, te voy dejando… me pasan a buscar en cinco.
A.

De tu marcha sin querellas

Querida: si la vida fuera un tribunal, yo estaría marchando sin querellas. Atrás, los demandantes de segunda categoría y los jueces vendidos al mejor postor. No estoy ya para ellos, ni para las salas atestadas de abogados principiantes y periodistas ávidos de crónicas policiales. Si la vida fuera un tribunal, yo ya sería ‘cosa juzgada’, y nunca jamás podrían encontrar una herida para volver a encerrarme.