Querida: si la vida fuera un tribunal, yo estaría marchando sin querellas. Atrás, los demandantes de segunda categoría y los jueces vendidos al mejor postor. No estoy ya para ellos, ni para las salas atestadas de abogados principiantes y periodistas ávidos de crónicas policiales. Si la vida fuera un tribunal, yo ya sería ‘cosa juzgada’, y nunca jamás podrían encontrar una herida para volver a encerrarme.
2 comentarios:
Demasiado bueno
Qué envidia. ¡Disfrútalo!
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