viernes, 22 de febrero de 2008

Hey you, Lulú

- Estas niñas son extrañas. Son siúticas. Las escuché ayer en la mesa del lado. Fíjate que se llaman entre ellas anteponiendo el apelativo ‘amiga’ antes del nombre. “¿Llamaste a la amiga María?”, “No, la llamó la amiga Pía”. Si las escuchas te reirías, o no entenderías ni medio, porque a parte de siúticas se creen policías encubiertos y hablan en códigos: ¿Me copias?, te copio, ¿me captas?, te capto, ¿me sigues?, te siiiiigo, cerrado, candado, con lacre, te firmo, pero dónde te firmo; chicas: reunión urgente e imponderable, ¡eres lo más!, ¿zashi?, zaaaaaaaashi, besi, holi, chai, te quieeeeeeeeeri y así.
Son, definitivamente, locas de patio. Y si encierran a una, parten todas detrasito y alegan y lloran, como ovejas perdidas en una colina sin pasto, ni agua, ni Heidy ni el abuelo cerca. Y chillan hasta que sueltan a la que esté enclaustrada, en sí misma o por las circunstancias. La toman, le hablan, la sientan, la paran y la devuelven enterita al mundo real, sin permitirle retroceder al encierro. Llegan a ser odiosas. Se quedan al lado y no se mueven. Puedes verle los ojos de gato fiero incluso si se hace de noche. Dan zarpazos si te acercas a la más débil, te muestran los dientes, los colmillos, incluso puedes llegar a verles la garganta y el estómago. Y luego te escupen, y si pueden volver a escupirte dos o tres veces lo harán de nuevo y con gusto, porque has tocado con mala fe a alguna del Club de la Buena Estrella, nombre meloso y poco original que le puso una –esa que escribe- a este grupo de señoritas buenas para la cháchara, los besuqueos y los irrepetibles “amiga, como que te extrañi”.