martes, 22 de enero de 2008
El chaqué
El novio opusdei de anoche no tiró la liga. Reunió al grupo de amigos solteros y con un brinquito ridículo les lanzó un ramo pequeño de rosas rojas. Novia más-opusdei se reía dulzona, tan dulzona como cuando uno le echa a la taza de café 35 gotitas de edulcorante. Así, bien azucarada e intragable, daba más saltitos ridículos y corría para la foto de rigor entre ella, el novio y el paladín afortunado que recibió las flores rojo pasión -italiano- intenso. Lo único apasionante de este matrimonio, pensaba yo, sentada al lado del amigo entrañable, ya medio muerto por los vodka tónica con un dejo a melón. De haberlo hecho –el beso amistoso- habríamos sido un hit entre tanto rosado, damasco y celeste de los vestidos de las señoras; entre las corbatas asfixiantes y el humo de los puros. Pero la vida es como es, me decía una amiga, y esa parte del cuento ya no estaba en sus registros y mucho menos en los míos. Volví a la escena de la liga frustrada y yo, poco-y-nada-opusdei, reparé en lo único sexy de la velada: cómo el chaqué se ajustaba de forma perfecta en el cuerpo fornido del hombre recién casado por las leyes de Dios y los demonios. Tan perfecto, que anduve siguiéndolo con la mirada desde entonces hasta que terminó la fiesta, buscándolo entre las copas, el buffet de postre y los arreglos florales de las mesas. Hasta que lo encontré, desprevenido mientras se despedía de tía octogenaria fundadora-del-opusdei. Nervioso y ofuscado, terminó con varias otras despedidas melosas y me buscó de vuelta, me sostuvo la mirada y se rió coqueto, como para despedirse, de forma campal y triunfante, de la soltería poco movida que tuvo por cerca de cuatro décadas.
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1 comentario:
ME ENCANTA!
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