Hoy le dije a la señora que hasta aquí no más llegábamos. Es que no puede ser que me demore media hora en cada baño, ¡media hora!
- ¿Media hora en cada baño?
- O más. Y si en la casa hay cuatro baños, figúrate, toda la mañana perdida.
- Oye, pero tienen a más personas…
- Si, dos más. Pero la casa es enorme, gigante, y yo era la que más trabajaba porque las otras dos puro sacan la vuelta. Yo toda la mañana haciendo los baños y ellas pololeando por teléfono o haciéndole ojitos al jardinero.
- Ah, putas.
- Putas y flojas. Y yo, métale haciendo los baños y después la piezas, y después apurando el almuerzo porque las otras dos aparte de coquetas, malas para la cocina.
- Menos mal que te fuiste entonces.
- Si, es que la casa es enorme, gigante. Y la señora nunca entendió que mejor era tener un regimiento de empleados, como a ella le gusta la casa limpia entera.
- Jodida la señora.
- No, si a mi también me gusta la casa limpiecita, pero una casa chica, no el tremendo castillo.
- Y tan re lejos.
- Lejísimos. Si mira ahora, ¿cuánto llevamos en la micro?
- Mm… como 40 minutos.
- Y estamos recién en el Alto de las Condes. Figúrate.
- Mm…
- Si mira, a mi me gustaba trabajar ahí, la señora es buena de adentro, aunque sea pituca. Y los cabros también, medios locos, pero siempre les gustaba la comida y eran cariñosos conmigo. Pero lo del regimiento es cierto, si yo tengo los pies hechos tira de tanto ir y venir, la espalda en la mano de tanto agacharme para recoger cosas. Porque los cabros son amorosos pero puta que son desordenados. Los dormitorios eran un chiquero, todo tirado, los pantalones, los calzoncillos, los restos de hamburguesa. Hasta preservativos encontraba a veces.
- Nooo…
- Si, y como ellos me tenían confianza les daba lo mismo. Pero a mi varias veces me daba asco, porque aunque los quería harto hay que tener estómago para recogerle las cochinadas.
- Te van a echar de menos.
- Si yo también, pero no podía seguir. Me levantaba a las seis y media de la mañana y recién a las doce de la noche me acostaba. Y la señora era buena de adentro pero controladora como los mil demonios, apenas me sentaba y ya estaba “Maritza, ¿se siente mal?” como si una no se pudiera sentar a descansar y tuviera que estar viniéndose el mundo abajo para estirar un rato las piernas. Porque yo ya tengo mis años y necesito al menos una hora para tomarme un café, descansar un rato, qué se yo, sin que estén con el ojo encima y como contándome los segundos para que vuelva a trabajar.
- Quizás creía que de verdad te sentías mal.
- Estás loca, si lo hacía así para no presionar directamente, pero presionar más que la cresta al fin. Con la miradita de “ya pues, si para algo le estoy pagando”. Porque era buena la señora, pero puta que le gustaba que una trabajara como chancho, y ella puro llendo al gimnasio y durmiendo siesta. O juntándose con las amigas. Si los cabros de ella pasaban botados cuando eran más chicos, yo creo que por eso ahora no le hacen nada de caso.
- Lo que hace la plata.
- Es que la plata, si es mucha, al final hace mal. Para lo único que sirve es para mandarse a hacer casas gigantes. Porque te digo, en esa casa yo me perdía a veces, pieza para el computador, pieza de estudio, pieza con una tele tan grande que era como estar en el cine, pieza para esto y pieza para lo otro. Y tan poca gente.
- Y tanto que limpiar.
- Tantísimo. Y tan fría la casa oye, si yo vivía entumida, ahora justo que es invierno y nosotros metidos en medio de la cordillera, un frío horrible, si todo el patio se congelaba, parecía que la casa entera fuera un frigider.
Entonces yo hoy me levanté y agarré a la señora tempranito y le dije, señora, vengo a conversarle que no voy a seguir más aquí, porque creo que la casa es muy grande y estoy trabajando mucho, y me dijo, pero Maritza, ¿muy grande? No se puede ir, los niños la van a echar de menos, yo la voy a echar de menos, distribuyamos mejor el trabajo entre usted, la Mirta y la Anita, y yo le dije, señora, si sabe que yo hago casi todo y que el cambio duraría dos semanas y de ahí vuelta denuevo a lo mismo, y me dijo, pero Maritza, piénselo mejor, y le dije, señora si ya lo pensé, si ya estoy vieja y la casa es grande, enorme, y yo ya estoy cansada y luego ya va a nacer el cabro chico de mi hija y quiero estar con ella. Y me dijo, bueno Maritza, qué quiere que le diga, la entiendo, si va a tener un nieto. Y le dije, si pues señora, yo le agradezco por todo. Y como es sábado, trabajé hasta medio día y arreglé mis cosas y me fui.
- ¿Y no te dio pena?
- Fíjate que no, nada. Bueno, un poco, tanto tiempo en la misma casa. Pero las cosas son distintas ahora, toda una vida rompiéndome el lomo, ya estaba cabreada. Cuando era más joven y mis cabros eran guaguitos un trabajo como este era lo mejor, aunque trabajara como china, porque tenía que hacer cualquier cosa para parar la olla. Pero ahora mis hijos están viejos, cada uno con su vida y yo seguía rompiéndome el lomo por costumbre.
- No por necesidad.
- Bueno, la necesidad siempre está, pero no esa necesidad que te despierta en las mañanas como si los pacos te estuvieran dando lumazos. Es mi necesidad, no la de mi prole, entonces fíjate que ya nada es tan necesario.
- Mm…
- No me vas a entender hasta que tengas mi edad.
- No, si te entiendo… Las vueltas de la vida… tanto cesante y tú dejando una buena pega.
- Viste, si no me entiendes. Yo llego a mi casa, hablo con las vecinas y mañana ya tengo varios pololos de costura, arreglo la ropa del barrio y estamos. Esa es una buena pega para mi ahora. No recoger condones de cabros ajenos. Aunque eso signifique más plata. Algo de bueno que tenga ser vieja y tener la vida hecha. Me levanto tardecito, almuerzo con mi hija que está a punto de parir y arreglo faldas y pantalones, y tomo once tranquila y veo Rojo y después me acuesto con mi guatero y no con ese frío polar que me tenía los huesos hechos tira. A las 9 de la noche. Y derrepente, quién sabe, me llama la señora y le ayudo con alguna comida, pero como de invitada ¿me entiendes?
- Si.. entiendo.
- No, me vas a entender en serio cuando seas vieja como yo y tengas la vida hecha.
- Quizás.
- Ojalás.
2 comentarios:
Con el tiempo y todo, con lo leído y lo bailado, esta es una de las piezas literarias que ocupan un lugar inamovible en mi corazón. No hay dos como esta.
Maravilloso!!!
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